11.1. Percepción

11. Percepción y conocimiento
11.1. El proceso de percepción visual


INTRODUCCION

La representación icónica ha nacido exclusivamente porque el hombre dispone de órganos de percepción que le permiten captar la luz y de órganos que le permiten, a través de múltiples recursos técnicos, producir efectos que alteran la transmisión de la luz. Si queremos saber cómo logramos comunicarnos por la vista, resulta indispensable partir conociendo la forma en que trabajan los órganos visuales de percepción, ya que sólo si nos ceñimos a sus exigencias tendremos alguna oportunidad de producir un mensaje que otros puedan captar adecuadamente.

11.1.1. DETECCION Y TRANSMISION DE IMPULSOS

El ojo puede ser comparado a una cámara fotográfica que tenga una forma parecida a una pequeña esfera. Una lente, el cristalino, ocupa una apertura, la pupila, en esta esfera, por donde entra la luz.
.
.
.
Al penetrar la luz en una cámara oscura por alguna rendija, se proyecta en la parte opuesta la forma de los objetos iluminados que se encuentran al exterior. En el caso del ojo, esta pared es la retina, compuesta de un alto número de elementos sensibles, los conos y bastoncillos, que transmiten la información al cerebro.


Para que la imagen se proyecte siempre con nítidez en la retina, el cristalino puede modificar su grosor. Este movimiento compensa la variación en la distancia de los objetos vistos.


Conos y bastoncillos, las células detectoras de la retina, son como espías ubicados frente a un bosque y que se dedican a buscar parpadeos de linternas cada uno en una zona muy limitada del bosque. Los bastoncillos son los expertos para el trabajo en la oscuridad o en condiciones de baja iluminación: no son sensibles al color, sino sólo a la intensidad de luz (del blanco al negro). Los conos son los detectores de color, que sólo funcionan en buenas condiciones de iluminación. Son de tres tipos, y cada uno reacciona a una determinada longitud de onda: azul, rojo y verde.

Los bastoncillos son los más numerosos (120 millones) y se encuentran esparcidos en forma casi pareja por toda la retina. Al contrario, los conos (6 millones) se encuentran en mayor concentración en la zona central de la retina que enfrenta el cristalino(fóvea y mácula), lo cual permite obtener una información mucho más detallada de lo que el ojo puede enfocar mejor (BEGBIE, H.: "El ojo y la visión", p.74.).


La disposición y las conexiones entre los conos y los bastoncillos es tal, que existe una particular sensibilidad para la detección de las líneas de contorno o bordes, especialmente detectables por los cambios de color o de iluminación. En la Ilustración se muestra cómo las células retinianas detectan una línea oscura sobre fondo blanco y el cambio de dirección de la misma (Ibidem, p.143). Más que las identidades, son por lo tanto los cambios en la percepción los que son aprehendidos y transmitidos al cerebro. Es a partir de éstos, como lo veremos en seguida, que empiezan a operar los procesos de identificación de las formas.


Si la imagen llegase sólo hasta la retina, no tomaríamos conciencia de ella. Felizmente, los datos ahí registrados son luego transmitidos a la corteza cerebral a través de los nervios ópticos. Cruzando todo el cerebro, son "proyectados" y analizados inicialmente en la corteza visual, que se encuentra en la zona occipital de la cabeza (Ver "mapa" anterior y vista del cerebro al lado), para posteriormente ser interpretados con el concurso de la memoria, repartida por toda el cerebro.


11.1.2. RECEPCION CEREBRAL DE LOS IMPULSOS

La primera operación en el área cortical de la visión consiste en comparar las impresiones que se forman en los dos ojos. El cerebro obliga a éstos a moverse para controlar la información (haciendo que la luz que entra a cada ojo "barra" distintas células detectoras).


Estos movimientos y la repetición correspondiente de la información ayudan a superar una grave limitación de las retinas: tienen la forma de plano curvo, parecida a la superficie interna de una esfera. Pero los objetos que vemos no son planos, sino que tienen volumen. El cerebro, gracias a los dos ojos (visión estereoscópica) y a sus movimientos, les restituye su valor de volumen. Para entender sintéticamente cómo lo hace, podemos comparar la información proveniente de cada ojo, como las coordenadas de los puntos más significativos del objeto en el espacio: comparando las variaciones angulares es posible determinar las distancias (principio de triangulación, utilizado también por los geómetros para sus mediciones) y abstraer algunas diferencias.


Además, los ojos no son nuestro único órgano de percepción y el análisis cerebral integra la información que procede de otros órganos como el tacto y la audición, que también contemplan medios para evaluar distancias. Así es como reconocemos un cubo a pesar de que el lado más alejado de nosotros es percibido como de menor tamaño: a nivel inconsciente se producen los cálculos correctores que nos permiten inferir que la parte trasera mide lo mismo que la parte delantera.


Los impulsos transmitidos por los nervios ópticos fluyen hacia el área cerebral de procesamiento, donde entran a la memoria de corto plazo (MCP) formando así los perceptos. Como lo veremos más adelante, no hay aquí una mera acumulación de los impulsos recibidos sino que se produce una tranformación globalizadora de los mismos, que ya implica cierta interpretación.


La duración de la retención en esta MCP es del orden de 6 segundos; la pérdida u olvido puede producirse por el paso del tiempo (±70% en 12 seg.) o por interferencia (entrada de nuevos impulsos). Es propia de la MCP la posibilidad de repetir su propio contenido con el fín de extender su alcance en el tiempo,pero esto también depende del grado de atenciónción prestado a los nuevos impulsos que siguen llegando de los órganos perceptores.


La capacidad de la MCP es de 5 a 9 "trozos" de información (o "7±2", como dice G.Miller en "El número mágico siete más o menos dos", en Norman, D.: "El procesamiento ...", pp.100-108.). Un "trozo" equivale a un conjunto significativo cuya complejidad máxima equivale a un número telefónico, una breve proposición verbal (± 7 palabras) o un icono pictórico realista (como una foto). Esto equivale a decir que la capacidad de la MCP corresponde al campo de percepción "inmediata", es decir a un conjunto significativo de estímulos que captamos en una breve unidad de tiempo.


Los perceptos no quedan limitados a una mera relación transitoria causa-efecto. Gracias a la autonomía y a la historicidad del sujeto, pueden ser manipulados de distintas maneras para dar origen al proceso de conceptualización. Este último se hace posible gracias a la existencia de una fase de consolidación del cambio interno, posterior a la percepción y anterior a la producción de la conducta expresiva, por la cual los perceptos se vuelven en cierta forma repetibles. Esta fase corresponde al establecimiento y uso de la memoria de largo plazo (MLP): los perceptos se transforman brevemente en "imagen" y luego, si se reúnen las condiciones requeridas para su conservación, en recuerdo.

El vídeo, con subtítulos en español, Eye vs. camera, de Michael Mauser, explica cómo funciona el ojo humano, el porqué de las ilusiones ópticas —«en realidad vemos con nuestro cerebro, no con los ojos»— y la diferencia respecto a cómo funciona una cámara.


Bibliografía

ARNHEIM, R.: "Arte y percepción visual", EUDEBA, Buenos Aires, 4a. ed.1971.

BEGBIE, H.: "El ojo y la visión", EUDEBA, Buenos Aires, 1972.

LINDSAY, P.& NORMAN, D.: "Introducción a la psicología cognitiva", Madrid, Tecnos, 2º ed. 1983.

NORMAN, D.: "El procesamiento de la información en el hombre", Buenos Aires, Paidos, 1973.